“Un títere es un objeto que se anima a influjo de una voluntad externa. ¿Acaso ocurre eso con Pinocho? Jamás. Desde el mismo principio, primero leño y después muñeco, Pinocho siempre hace ejercicio de su voluntad. Puede claudicar ante las tentaciones, puede dejarse influenciar por las malas compañías, pero ejerce en toda la obra su libre albedrío. Pinocho no tiene hilos, ni un guante que lo mueva, nadie le presta ni la palabra, ni la voz, ni los rebuznos, ni los sollozos. Pinocho es un niño como cualquier otro... sólo un detalle es diferente: es un niño de madera que trata de ser un niño de carne.
A diferencia de Peter Pan, metáfora del niño que no quiere abandonar su infancia, Pinocho quiere crecer, quiere crecer por dentro y por fuera.
Su libre albedrío le induce a conocer el mundo adquiriendo los saberes desde la experiencia. Y aunque su desarrollo personal no esta ligado a las adquisiciones escolarizadas, sino a los aprendizajes que le deparan sus tumbos por la vida, es innegable su crecimiento tanto formal, como moral.”